Soledad Alliaud es una editora egresada de la UBA que comenzó a corregir textos de ficción hace 17 años. También ha trabajado con textos de no ficción y técnicos (cocina, manuales de uso, agendas, inspiración, libro regalo, pasatiempos, etc.) y para diferentes públicos y mercados (latinoamericano, español y nacional).
¿Cómo llegaste a este campo profesional?
Llegué a la corrección después de un lento camino de descubrimientos. Lo primero que descubrí fue que ni la docencia ni la crítica literaria iban conmigo, y abandoné la carrera de Letras en la UBA después de cinco años de cursada.
El segundo descubrimiento fue en el subsuelo de la facultad (Puan 480), donde descansaban antiguas impresoras, encuadernadoras y otras máquinas. Cuando cursaba ahí abajo, siempre me quedaba un rato mirándolas, estaban en un aula vidriada, silenciosas. Antes de despedirme de Puan, averigüé más sobre la carrera de Edición y supe que eso era lo que me interesaba: la materialidad del libro (el olor del papel, las tintas, las tipografías, la encuadernación, su historia), los procesos, y también todo lo relacionado al quehacer de una editora. Disfruté muchísimo de materias como Fundamentos para la Producción de Impresos, Administración, Diseño Gráfico y Corrección de Estilo.
En cuanto a lo laboral, por el año 2006 las ofertas de las editoriales no estaban bien remuneradas para quienes recién empezábamos, y tampoco eran claras las tareas. Algo así como: “Trabajá haciendo de todo, por muy poco. Serás invisible, pero creeme que muchos quisieran estar en este lugar…”. No creí en eso y seguí buscando. La carrera fomentaba que sus egresados pudieran abrir su propia editorial, entonces, ¿cómo era posible que no encontrara ejemplos de editoriales argentinas a las que les fuera bien económica y financieramente y que tuvieran una estructura bien desarrollada?
En ese momento, hacía trabajos para una empresa de puestos temporarios, y les pedí que solo me llamaran si aparecía algún puesto en una editorial. Y así fue. Me contrataron como recepcionista en una editorial nacional, con casas en México y Brasil, en pleno crecimiento y, además, fundada y dirigida por mujeres: Trini Vergara, Lidia María Riba y María Inés Redoni. Después de un año en recepción (un buen puesto para conocer a fondo el funcionamiento de cualquier organización), quería quedarme y hablé con las directoras para poder pasar al departamento editorial, como correctora y asistente editorial. Ahí pude terminar de formarme como correctora y editora, rodeada de excelentes profesionales.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
De la corrección: ser la primera lectora. Y trabajar con el texto como si yo fuera su público objetivo, tanto en la etapa del Word (macro y microediting), como en la puesta en página (la doble página, el diseño, las imágenes, el papel, el equilibrio, los colores, las tipografías, la legibilidad, etc.).
De la edición: la selección de obras, las negociaciones con agentes y autores, el trabajo en equipo (traductores, ilustradores, correctores, diseñadores, etc.) y el final de la película: ver el libro en una librería, levantarlo, olerlo, hojearlo…
¿Cuál es la mayor equivocación o confusión en torno a la corrección?
Creo que hay muchas; estas son algunas:
- no considerar la corrección como un proceso,
- creer que solo se corrigen los errores de ortografía o las erratas,
- creer que solo se corrige el Word,
- creer que todos los correctores son iguales (sin considerar las diferentes especialidades),
- creer que la corrección es la hermana menor de la traducción,
- creer que el corrector no necesita un contrato de corrección,
- creer que el nombre del corrector/de la correctora no debe aparecer en los créditos.
Desde mi experiencia, puedo decir que la correctora también interactúa con autores, diseñadores, traductores, editores y otros correctores. No trabaja solamente con el texto a corregir; se rodea de otros materiales: la obra en el idioma original; información sobre la temática que corrige, las otras obras del mismo autor, diccionarios y manuales de estilo; también verifica datos y usos de términos, analiza el contexto, identifica estilos y les sigue el ritmo, etc. Corrige texto, pero también imágenes, paratextos, espacios y formas de presentar el texto… Y siempre tiene presente al público lector. Sabe de extensiones y porcentajes (¿cuánto acortar para que el párrafo en español quepa donde estaba el párrafo en inglés o portugués?), de tiempos y estilados, entre otras cosas. En fin, la correctora aprende y crece con cada texto que corrige.
¿Qué es lo que menos te gusta de tu profesión?
Muchas veces, el mundo de las letras y los libros suele estar empañado por un alto nivel de narcisismo, residuo de prácticas pasadas, difícil de cambiar. Creo que todos los agentes que formamos parte de la actividad editorial deberíamos estar parados sobre la tierra, oyéndonos, apoyándonos, actualizándonos constantemente, intercambiando saberes y experiencias, trabajando en equipo.
¿Por qué te asociaste a PLECA?
En Corrección de Estilo y otros seminarios, Andrea Estrada fue mi profesora. Ella me contó que pronto comenzaría a funcionar PLECA y me invitó a participar. De chica solía acompañar a mi mamá a sus reuniones en ADOM (Asociación de Obstétricas Municipales), donde la veía participar activa y apasionadamente, y esa experiencia me marcó de manera muy positiva.
Si bien no participo de PLECA tanto como me gustaría, el estar conectada ya me hace sentir parte de algo mayor y me da la seguridad de que en este espacio siempre voy a encontrar respuestas.