Doctora en Lingüística y docente de español como segunda lengua por más de 25 años, Andrea Estrada llegó a la corrección casi de casualidad cuando María Marta García Negroni la invitó a ser docente en su cátedra. Gracias a ese hecho fortuito existe PLECA, ya que Andrea fue una de sus fundadoras y su primera presidenta.
Contanos un poco sobre vos. ¿Quién es Andrea Estrada?
Si tuviera que definirme dentro del campo profesional, diría que soy una mezcla muy rara, dado que no estoy formada en la normativa sino en los estudios discursivos del lenguaje. Concretamente, soy doctora en Lingüística (FFyL-UBA). Pero no solo eso, durante 25 años enseñé español a estudiantes provenientes de todas las lenguas, experiencia que me permitió aprender a elaborar hipótesis de errores, puesto que desconocía la mayoría de las lenguas con las que me enfrentaba en las clases plurilingües, sin embargo, podía vislumbrar las diferencias gramaticales entre el español y esas lenguas por los errores que cometían los estudiantes. Una vez un alumno me preguntó: ¿Usted habla croata? No, le contesté, ni idea. ¿Y cómo sabe lo que me está explicando? Lo deduje, le respondí. Eso me llevó a considerar el error como el tesoro más valioso para poder enseñar español. Y aplicado a lo corrección de textos, para mí el error es solamente la prueba fehaciente de la existencia de un texto que quiere ser comunicado, y una instancia concreta dentro de la cadena editorial; no es una mancha, no es un problema ni una marca dislocada, diría que es un devenir dentro del flujo de trabajo, al igual que lo era en el discurso de mis estudiantes de español: oportunidad pura de repensar el error desde el discurso y la gramática.
¿Cuántos años de experiencia tenés?
Tengo más de 20 años de experiencia. Al principio, la experiencia se circunscribía a enseñar la materia Corrección de Estilo, lo que me hizo aprender la normativa al dedillo, única forma de enfrentar a los estudiantes con solvencia en aquellos años en los que no existía internet para evacuar dudas en el momento. Recuerdo que utilizaba fichitas.
¿Cuántos caracteres / páginas corregís por día?
No lo sé, nunca los contabilicé porque, si bien he hecho trabajos en forma particular, tengo la suerte de trabajar en relación de dependencia, en el IIBICRIT-Secrit -Conicet (Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual), donde corrijo la revista científica Incipit, en la editorial Taeda, donde corrijo la revista DEF y escribo una columna de divulgación “Dando que hablar”, relacionada con la lengua y, además, soy la editora científica de la revista Casus Belli. Revista de Historia de la Guerra y de Estrategia, de la Undef.
¿Cómo llegaste a este campo profesional?
Absolutamente de casualidad. Con una colega, comenzamos a cursar lo que en aquellos años era la Diplomatura de Enseñanza de Español del Laboratorio de Idiomas de la FFyL de la UBA, en el emblemático edificio de 25 de Mayo. María Marta García Negroni, recién llegaba de Francia de doctorarse con Ducrot, daba la materia Etnografía del habla y había ganado el concurso en la Facultad de la materia Corrección de Estilo. Nos propuso a mi colega y a mí formar parte de la cátedra. Desde ese momento, entonces, ¡todas a estudiar normativa! Pero siempre bajo la consideración de que la norma solo tiene sentido en el marco del discurso.
¿A quién admirás dentro de la profesión?
Si bien no pertenece exactamente al mundo de corrección, mi referente más respetado, admirado y querido es el Dr. José Luis Moure, expresidente de la Academia Argentina de Letras y mi joven profesor de Latín. Creo, además, que Nuria Gómez Belart está abriendo un camino muy importante en esta profesión. También admiro mucho por sus conocimientos, criterio y bonhomía a mi colega Gladys Berisso, compañera de aventuras con quien un día nos atrevimos a crear Pleca. Solo ella corrige mis textos.