Por Leonora Madalena*
En mayo de 2021 asistí a una charla por zoom de TWB (Translators Without Borders), una organización con la cual colaboro desde hace unos 10 años como traductora y revisora voluntaria.
Estaban por presentar en sociedad a un chatbot para personas refugiadas y migrantes en países latinoamericanos, que les había encargado la Organización Internacional de Migraciones. El proyecto ya estaba bastante avanzado, había que empezar a testear el chatbot.
Enseguida me propuse, aunque mi variedad de español no era la que buscaban para la fase de testeo. En el formulario aclaré, además, que mi colaboración estaría enfocada a la corrección desde la perspectiva del lenguaje claro y no discriminatorio.
A la semana siguiente, recibí el primer mail y así empezó un fluido intercambio. ¡Y empecé a chatear con el robot!
Sugerí una modalidad de trabajo y recomendé elaborar una hoja de estilo, explicando por qué era tan indispensable: permitiría que cualquier persona del equipo pudiera redactar los mensajes para el chatbot siguiendo las mismas pautas y criterios.
Además, propuse que se definiera la voz del chatbot: tenía que ser una voz coherente consigo mismo y con la voz de la organización en todas sus comunicaciones, que fuera, al mismo tiempo, empática y amable, y mostrara la postura y la línea de la organización. Por ejemplo, ¿iba a hablar en primera persona del singular, como una persona, o en primera persona del plural, como si estuviera hablando en nombre de la organización?
Ese fue un tema interesante. Mi interlocutora me comunicó que lo habían discutido en el equipo y que se disculpaban por no haber aceptado mi sugerencia de optar por una persona verbal, porque a veces el chatbot hablaría como si fuera una persona y otras veces en plural, en nombre de la organización. Le respondí que yo solo les mandaba sugerencias, pero que las decisiones las tomaba el equipo (lo mismo que les digo siempre a quienes contratan mis servicios).
Tuve varias idas y vueltas con respecto a la modalidad de trabajo: fui probando y reflexionando. No creo que lo hayamos resuelto completamente, tal vez con un poco más de tiempo habríamos logrado aceitar mejor ese aspecto fundamental. Ahora que ya pasó, también veo que me habría encantado debatirlo con colegas.
En uno de nuestros recientes encuentros de los lunes, los ya míticos #LunesDePLECA, Victoria Colombo y Macarena Fernández Urquiza nos introdujeron a la lingüística computacional. En esa ocasión, ambas contaron que en las empresas es frecuente que les pidan asesoramiento lingüístico sobre corrección o redacción, aunque ellas estén contratadas para ocuparse del procesamiento de lenguaje natural o lingüística computacional. “¿Esto está bien?” “¿Se dice /escribe así?” “¿Este flujo del chatbot está bien?”.
Los algoritmos y los chatbots ya forman parte de nuestra vida cotidiana. Como profesionales de la corrección podemos asesorar para que las interacciones con los asistentes virtuales sean mucho más fluidas y amigables, participando en los equipos de UX Writing, trabajando a la par con quienes se ocupan de diseño y programación.
Cuento mi experiencia porque estoy convencida de que ahí afuera hay todo un universo laboral que se nos está abriendo. Yo decidí dedicar mi tiempo y aplicar mis conocimientos en esta experiencia como voluntaria, de manera honoraria, porque quería colaborar en un proyecto que ayudara a migrantes (una de las mayores tragedias actuales) y a la vez acercarme como correctora a la cocina del mundo de chatbots o asistentes virtuales.
Podríamos juntarnos para charlar de este tema, ¿qué les parece? A lo mejor hasta podríamos invitar a algún chatbot…
* Leonora Madalena es correctora, traductora e intérprete, y docente de español como lengua extranjera. Integrante de la comisión directiva de PLECA.