A veces, corregir un texto ajeno puede hacernos sentir el vértigo de entrar en la mente del autor. No digo un vértigo pánico, como Leonardo DiCaprio en El Origen, pero sí, creo, podemos advertir indicios sobre la vida de nuestro cliente: su formación, sus gustos, las vicisitudes de su vida, y bastante más. Esta información no surge de lo explícito del texto, sino de las correcciones que hacemos.
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